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Antonio era un ser complejo, un ser cubista: Melisa Arzate despide a Antonio Calera
Era un ser como todos, una infinidad de claroscuros, pero sí creo que con muchas más aristas. Antonio no era romo. Antonio era un ser complejísimo, con muchas caras, era cubista, era un ser cubista”.
La noticia de la muerte de Antonio Calera Grobet, escritor, editor, maestro y uno de los promotores culturales más importantes de México, es todavía difícil de asimilar. Su compañera de vida y de proyectos, Melisa Arzate, habla en exclusiva sobre el legado de Antonio, sus demonios, su obra inédita y la responsabilidad de mantener viva su memoria.
“Creo que un gran desconcierto, primero que nada. Pienso que incluso cuando uno ya sabe que alguien va a morir, hay una cosa de golpe fortísimo cuando finalmente llega. Nadie pensó que esto iba a pasar con Antonio. Llevaba él ciertamente un tiempo batallando con una tristeza muy grande, con demonios terribles. En muchas ocasiones la literatura fue lo que lo ayudó a enfrentar eso. Yo fui testigo durante años de esa batalla, que él libró exitosamente a través de las palabras, a través de la creación, pero también incluso a través de la promoción”.
“El advenimiento de la muerte de Antonio es una muerte física, porque creo que Antonio queda en muchas cosas. Antonio queda en sus libros, Antonio queda en un montón de materia de inédito que tengo yo y que me encargaré de que vea la luz, porque es mi deuda con él como compañera. También queda en La Bota, que esperemos viva mucho tiempo más. Queda en la memoria de todos los que fuimos tocados por su palabra, que es muchísima gente, incalculable, pero también por su quehacer como promotor y como editor. Entonces, es un legado inmenso”.
“Antonio nunca estuvo satisfecho con nada. Quizás ese fue uno de las grandes características de su vida, pero también uno de sus sinos. Siempre tuvo hambre: hambre de crear, hambre de hacer, hambre de producir, hambre de generar más conocimiento, más pensamiento, más ideas, más proyectos, de devorarlo todo. También eso lo fue devorando a él. Era un ser como todos, una infinidad de claroscuros, pero sí creo que con muchas más aristas. Antonio no era romo. Antonio era un ser complejísimo, con muchas caras, era cubista, era un ser cubista”.
“Hay una cosa importante que se tiene que hacer: poner atención en la cuestión de la atención a quien padece una depresión o una tristeza tan profunda. De pronto está esta idea decimonónica, romántica, de que el artista tiene que ser torturado. Antonio me lo dijo muchas veces: cuando yo le decía que teníamos que atender lo que le pasaba, que era una depresión profunda, él me respondía: es que no quiero ser convencional y si voy a que me atiendan, entonces me vuelvo un tipo convencional y un tipo normal.
Eso tenemos que mencionarlo y ponerlo sobre la mesa, tanto en el caso de Julio Trujillo, como en el caso de Antonio, como en el de muchas otras personas. Nos acontece a muchos, y ni nos hace más artistas ni nos hace menos artistas”.
La otra cara de Antonio
“Antonio era un tipo que defendía a todo el mundo, que gritaba ¡viva La Bota, viva la cultura!, siempre enérgico, rotundo, inquebrantable, capaz de enfrentarse a autoridades, a iniciativa privada, a policías, a organizadores de eventos. Tú lo viste, Mónica: hasta el último día que estuvimos sentados en esa mesa todos juntos. Ponía esas mesas gigantes, traía comida, cuidaba a cada quien, sabía lo que le gustaba a cada uno. Era alegre, besaba, abrazaba, bailaba.
Adentro había una depresión, una oscuridad abismal. Eso lo veía yo principalmente, lo veíamos los más cercanos y emergía en su literatura. Había columnas que eran evidencia de esa desesperanza frente al mundo, de una decepción muy grande frente al panorama cultural, político y social de México. Todo eso germinó hasta habitarle un bosque en la cabeza”.
Ser vocera o no del legado
“La Bota queda con los hermanos de Antonio. Yo confío en que sabrán darle cauce como él la soñó. Desde el principio, La Bota cumple 20 años este 5 de octubre. Nos conocimos cuando recién la había abierto.
Yo no diría vocera de Antonio, pero sí tengo la deuda moral, ética y amorosa de que salgan a la luz cinco libros que estaban en el tintero. Los había estado trabajando mucho el último año, yo lo había estado ayudando a corregir, porque esa era nuestra dinámica: nos leíamos mutuamente.
Están Paca de Raros, Bilbao, El Cuento del Albino y un poemario grandísimo que escribió a lo largo de los años para mí y que quería que apareciera este año: De llamar a las cosas por su nombre. Fue lo último que se tatuó en el brazo”.
El futuro: un fondo para jóvenes creadores
“Con lo que se gane de la publicación de esos libros hay que hacer un fondo para la literatura emergente, que se llame así: Fondo Antonio Calera Grobet para la Literatura Independiente. Porque él siempre apoyó a los que llegaban solos, sin heredar títulos nobiliarios en las artes.
Muchas voces se encontraron por primera vez en Antonio. No es inabarcable la fila de jóvenes que publicaron sus primeros textos con él, que fueron invitados a leer por primera vez gracias a él. Eso es lo importante: seguir haciendo lo que él hizo, porque fue un gran escritor, un extraordinario promotor cultural, probablemente uno de los más grandes que haya tenido México”.
18 de agosto de 2025, 00:00
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