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Chatarra, tabaco y alcohol: la misma liga
¿Tenemos que conformarnos los consumidores a que nos vendan productos que daña nuestra salud sólo para no afectar los intereses de las refresqueras y productores de comida ultraprocesada?
“La prohibición no ayudará a reducir la obesidad” es un argumento que suelen decir los opositores a la ley recientemente aprobada en Oaxaca que veda la venta de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas a personas menores de edad. Sin duda que no debe ser la única vía para atender la gravísima situación de obesidad y las enfermedades crónicas asociadas a la mala alimentación, pero se está avanzando.
Lo primero que no hay que perder de vista es que esta medida pone en el mismo nivel a la comida chatarra que al tabaco y a las bebidas alcohólicas y esto no es descabellado pues los tres producen adicción. Tan sólo el azúcar, que es abundante en los productos procesados, es una sustancia adictiva, así ha quedado asentado en la literatura científica. Incluso la Organización Panamericana de la Salud ha alertado que los productos ultraprocesados “pueden distorsionar los mecanismos del aparato digestivo y del cerebro que envían la señal de saciedad y controlan el apetito, lo que lleva a un consumo excesivo”. Y es que son productos que no han sido diseñados para alimentar sino para “enganchar” y que la gente quiera más y más. ¡A que no puedes comer sólo una! Nos dice la publicidad de las papas y saben bien que no mienten.
Sólo por esta circunstancia no basta que la gente “le eche ganas” para comer saludablemente, es un vicio que además lo encontramos en todos lados. Y eso nos lleva al segundo punto: vivimos en ambientes obesogénicos. Esto quiere decir que tenemos al alcance de la mano, todo el tiempo, comida chatarra, basta ir a un Oxxo para darnos cuenta que mientras hay pasillos enteros de frituras, dulces y galletas, sólo hay un pequeño estante para frutas, que en realidad se reduce a manzanas que son vendidas una al precio de un kilo. Y además hay miles de promociones que invitan a comer más: por 10 pesos extras creces tu refresco; si te llevas dos paquetes de papas te ahorras 5 pesos… ¿quién ha visto que en la fila de la caja del supermercado haya frutas y verduras de oferta?
El impacto de la producción y consumo de la comida chatarra es tal, que pone en riesgo el futuro de los niños y niñas junto con el cambio climático y la degradación ecológica, indicaron en un enérgico llamado la Organización Mundial de la Salud, UNICEF y la revista científica The Lancet. La propia Organización de las Naciones Unidas ha celebrado la ley aprobada por el congreso oaxaqueño, porque realmente se debe cambiar la forma en la que se están alimentando los niños y niñas en México.
Nuestras leyes hablan del interés superior de la niñez, es decir que se deben procurar que nada impida el desarrollo pleno de los infantes, actualmente somos el primer lugar a nivel mundial en obesidad infantil, se calcula que la mitad de los niños y niñas nacidos después de 2010 padecerán diabetes.
Ya sabemos que la comida chatarra y las bebidas azucaradas producen caries, cada vez hay más niños y niñas malnutridos con sobrepeso, niñas que inician su pubertad antes de tiempo, pero también hay afectaciones a largo plazo, no sólo con enfermedades crónicas, sino con cambios en los jóvenes cerebros. Pero como todos estos efectos se dan de manera silenciosa no nos escandalizamos de ellos cuando vemos comiendo a un infante ultraprocesados como lo haríamos si lo viéramos fumando o bebiendo alcohol. ¿Debe el estado quedarse de brazos cruzados y permitir tales afectaciones por no limitar intereses económicos?
Las cámaras empresariales dicen que la prohibición de venta de comida chatarra a menores de edad afectará a las tiendas de barrio y que habrá daños irreparables a “las cadenas de valor” que afectarán la economía del país. ¿Tenemos que conformarnos los consumidores a que nos vendan productos que daña nuestra salud sólo para no afectar sus intereses? ¿No existe ni la remota posibilidad de que vendan productos saludables?
Hemos visto que la industria no sólo ha utilizado el miedo sobre la crisis que viene si dejamos de consumir sus productos, sabemos que coopta políticos, hemos constatado como manipula a científicos para que avalen teorías que los benefician y la mayoría de los medios replican sus mensajes sin chistar, pues son un importante cliente. Su negocio es multimillonario y por eso la defensa con uñas y dientes, las empresas de chatarra suelen utilizar las mismas estrategias que antes usaron las tabacaleras.
Pero ni nuestra salud, ni el planeta resisten más la producción a gran escala de productos chatarra. Y no se puede pedir a un individuo que cambie sus hábitos dañinos cuando existe todo un sistema que lo orilla a ello, se le tiene que facilitar la transición.
La ley de Oaxaca y la que otros estados quieren replicar, es una de las medidas, otras son el etiquetado claro, la regulación de la publicidad, los impuestos a bebidas azucaradas, la educación, el agua potable accesible, la seguridad alimentaria.
El tema no es la salud o la economía, es la salud y el bienestar de todos y todas y la protección a la infancia y entre más pronto mejor. Tenemos que apostar porque las jóvenes generaciones sean más sanas, ya COVID-19 nos vino a mostrar la dimensión de los efectos de una mala alimentación. Aprendamos la lección.
9 de agosto de 2020, 14:26
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