En un territorio donde el agua ha definido la identidad y el ritmo de sus comunidades, hoy emerge una preocupación colectiva ante un proyecto que inició sin consenso y que ha sido momentáneamente frenado por las resistencias. Lo que por generaciones fue un recurso compartido y respetado, vuelve a colocarse en el centro del debate público.

La construcción del acueducto Solís-León para abastecer a ciudades del corredor industrial ha encendido las alarmas. Aunque las autoridades insisten en sus supuestos beneficios, los primeros impactos contradicen ese optimismo: daños ambientales, riesgos para la producción agrícola y una sensación generalizada de que las decisiones se están tomando a espaldas de la gente.

Frente a ello, la ciudadanía se ha movilizado. En calles, colonias y comunidades, crece la defensa del agua como parte fundamental del territorio y de su futuro. Lo que ocurre en Acámbaro no es solo rechazo a una obra: es la afirmación de una región que exige participación, respeto y un modelo de desarrollo que no sacrifique su hogar ni su historia.