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Vanessa y Reneé Isadora, dos mujeres que piden su turno para denunciar acoso
El silencio es una pesada lápida que solo promueve impunidad y propaga miedo, ellas han decidido, con sus testimonios, romper la tradición de los dolorosos secretos tan propios de los delitos sexuales
A manera de (in) necesaria introducción
Lo que a continuación leeremos forma parte de la (interminable) historia de testimonios que hoy se hace indispensable se hagan visibles al involucrar violencias que jamás han debido ser naturalizadas, permitidas y toleradas en la vida de las mujeres en distintas partes del mundo.
Se trata de dos testimonios escritos de forma libre, individual y con alta consciencia por parte de sus autoras, las únicas dueñas de las experiencias y por tanto, las únicas capaces de decidir el tiempo y las circunstancias para hacer saber los hechos que aquí se narran.
Es el pasado mes de Diciembre cuando ambas de manera concurrente han decidido que este es el momento, y este el medio, para hacer saber a propios y extraños que las violencias de género tienen como único(s) responsable(s) a quien(es) la ejercen y solapan, no así a las mujeres que lo padecen en el ejercicio de sus libertades. El silencio es una pesada lápida que solo promueve impunidad y propaga miedo, ellas han decidido romper la tradición de los dolorosos secretos tan propios de los delitos sexuales.
Ellas, cada una en su individual proceso, han decidido hablar, escribir, compartir y denunciar. Reitero, es el momento que ellas han elegido, como derecho que corresponde únicamente, en tiempo y espacio, a las víctimas de estos tipos de delitos.
Hablar de acoso es identificar su naturaleza, implicaciones y distinciones respecto a otros delitos que ocurren reiteradamente y atraviesan integridades, cuerpos, voluntades y emociones de niñas y mujeres. Se trata de un delito que ocurre con la consciencia e intención de quien violenta y se manifiesta en una serie de comportamientos que implican la total transgresión de voluntades; miradas, palabras, tocamientos, insinuaciones NO solicitados, NO deseados, NO permitidos, NO consensuados por parte de las mujeres, las principales víctimas de estos delitos.
Un delito enmarcado en las relaciones asimétricas de subordinación y mando, relaciones de autoridad y que ocurre en espacios sin testigos. Abusos y acosos sexuales que en voz de las mujeres que se atrevan a hablar serán severamente cuestionadas, culpabilizadas y señaladas. La credibilidad en una sociedad machista y misógina le pertenece a él, a ellos, al patriarca.
Éstas y otras características del acoso explican sus bajos niveles de denuncia y altos niveles de impunidad, apenas el pasado mes de marzo el Sistema Nacional de Seguridad Pública reportaba el crecimiento de la denuncias de este delito en un 20% en relación a años anteriores. La cifra no debe generar triunfalismos, sabemos y aseguramos, que los silencios y las no denuncias rebasan todo optimismo.
Nota a las y los lectores:
Por considerarlo pertinente para este ejercicio-denuncia se ha respetado la integralidad de lo escrito, tanto por Vanessa como por Reneé Isadora, quienes no pretenden dar lecciones adicionales a su propia verdad sobre los hechos ocurridos en un consultorio ubicado en Guanajuato, Gto y a donde ambas acudieron en distintos momentos para ser atendidas por Rodolfo del Pozo, quien se presentó como experto en terapia holística y a quien hoy sin ambigüedades denuncian públicamente como un acosador.

Aquí sus testimonios:
Soy Vanessa Salas, tengo 46 años, vivo en Guanajuato, Gto. desde hace más de 20 años y quiero compartir un testimonio:
Hace aproximadamente cuatro años tuve un problema en mi hombro izquierdo. El dolor era intenso y primeramente fui al hospital de la Plaza de la Paz por unas radiografías. Le solicité una consulta a Guillermo Chávez. Muchos en la ciudad le conocemos y llegué a la consulta. Tras revisar las radiografías recibí una primera sesión donde acomodaba mis huesos en su lugar. Hubo un cuestionario que llené sobre mis hábitos personales, horarios de trabajo, etc.
Como parte de un tratamiento integral Guillermo me sugirió tomar terapia con Rodolfo del Pozo. Uno trabajaba el asunto estructural, el otro el emocional y la tercera parte era con una fisioterapeuta. Yo no quería tomar terapia con Rodolfo, le conocía de vista desde hace años y me resultaba repulsivo, Guillermo insistió en que Rodolfo era la persona adecuada para ayudarme y accedí. Rodolfo trabajaba en ese tiempo con la Bioneuroemoción, en la cual los sentimientos y emociones negativas al no ser procesados correctamente influyen en nuestra salud.
Desde niña mis hermanos y yo visitábamos a un médico que también contaba con formación en psicología, por lo cual la terapia es algo que me resulta familiar. Las sesiones incluían escribir y hablar de asuntos dolorosos y la hipnosis. Nunca logré sentirme en confianza y algo en mí me pedía permanecer alerta. Bastaron tres sesiones para saber que él quería llevarme a tener con él un intercambio sexual.
Preguntas tales como: ¿Te sientes una hembra completa? ¿Estás segura que has experimentado a nivel sexual lo suficiente? ¿No crees que tengas un bloqueo sexual?
Todos somos energía y no hay problema con intercambiarla. Le dije que él me resultaba repulsivo. Se rió y trato de convencerme argumentando que mis problemas con las imágenes de autoridad eran lo que me hacían reaccionar así. No regresé con él.
Su pareja, Natalia Ochoa, era mi compañera en la Universidad, desarrollamos una amistad y guardé silencio por algún tiempo. Tenemos muchos amigos en común, Guanajuato es un lugar pequeño, la mayoría nos conocemos de vista.
Un día recibí una llamada de Guillermo Chávez, me preguntaba sobre mi hombro y la razón por la cual no terminé mi tratamiento.
Le narré cómo Rodolfo me hacía sentir acosada, acechada, sus burdas insinuaciones y me confió que lo mismo pasó con un grupo de 9 mujeres en el cual yo estaba incluida. Ellos rompieron su sociedad.
El tiempo ha pasado y decidí hablarlo con Natalia. Tenía temor de su reacción y nos vimos en la Plaza de Mexiamora. Le conté lo sucedido y ella con toda tranquilidad me dijo que se lo esperaba, pero que era una mala interpretación de mi parte. Que él a veces era burdo al decir las cosas pero que jamás había una mala intención.
Ha pasado casi un año desde la última vez que platicamos. En ese tiempo he seguido escuchando historias de personas que han ido a terapia con él y se sienten asqueadas.
Formalmente no tiene estudios profesionales, toma cursos y cada vez que va a tener un curso o taller lo invitan a hablar al canal local Guanajuato TV.
Hace un par de días una amiga compartió en Facebook capturas de pantalla de publicaciones misóginas y machistas emitidas por Rodolfo. En una de esas capturas él se define en uno de sus varios perfiles de FB como: Soy un cabrón, Un dragón, Un demonio. Pero eso sí ¡honesto!
El día de ayer (17 de diciembre de 2019) lancé una denuncia pública en FB con la imagen de su cara y los datos de sus terapias holísticas buscando poner en alerta a otras mujeres.
No, no es un profesional, es un manipulador que solo quiere abusar y satisfacerse, se escuda en nuestro silencio y la amistad que muchas tuvimos con su pareja.
Ayer recibí muchos mensajes donde varias mujeres me platican sus experiencias. No se atreven a hablar. Tienen miedo.
* * *
Regresé de Canadá a Guanajuato después de 13 años en septiembre de 2018. Los últimos dos años había estado con problemas de insomnio, de ansiedad, asma, pérdida de visión y depresión. Tenía la intención de entrar en terapia. Sabía bien que los últimos años me había dado cuenta que no sólo era mi situación y mis problemas actuales sino que estaban saliendo a flote viejas situaciones de cuando era niña. Me encontraba en un estado vulnerable muy escondido para la mayoría de las personas.
Conocí a Rodolfo en una comida de algunos amigos y conocidos en común el 31 de diciembre de 2018. Se presentó como terapeuta bioneuroemocional, terapia cuántica bioemocional o algo así. Siempre he sido curiosa de diferentes terapias, de Reiki y otras maneras de sanación y estuve en terapia varias veces. Rodolfo del Pozo tiene una personalidad fuerte y debo confesar que la primera impresión fue buena, aunque muy breve.
No recuerdo exactamente cuándo fue mi primera sesión pero fue poco después de conocerlo, en el mes de enero. La primera sesión se trató de una evaluación de mi estado y salí bien, creo que escuché lo que quería escuchar, que mis problemas venían desde mi niñez, incluso desde mi gestación o que tenía muchos sentimientos reprimidos, me hizo hacer ejercicios de respiración y habló del perdón y cosas así que hacen sentido en la cabeza. Todo con el objetivo de que yo regresara a una segunda terapia y pagar $700 pesos más el medicamento.
Volví una semana después y la segunda sesión tampoco tuvo mayor impacto o no me hizo notar alguna alarma grande, excepto unas posturas ambiguas de él sobre mi sexualidad. Parecía que le molestaba que yo no me sintiera en una etapa de atracción a los hombres y que prefiriera a las mujeres. No dijo ninguna frase homofóbica tal cual pero decía que yo estaba negando mi propia naturaleza.
En la tercera sesión fue cuando abundó más en el tema y proponía que yo debería experimentar más mi sexualidad y que me despojara de todos mis tabúes y prejuicios. Hasta ese momento pensaba que todo proceso tiene momentos incómodos y es necesario vencer miedos para sanar.
Habíamos comenzado a ser amigos en Facebook y salían comentarios vulgares y muy directos, un poco misóginos de él, así que decidí seguir por mi cuenta y no volver por el momento a consulta con él. Unos meses después, él me contactó para ofrecerme un masaje terapéutico energizante, (aunque no recuerdo cómo lo llamó, pero inmediatamente lo asocié a uno que tuve tiempo atrás tipo tailandés en el que no se necesita quitarme la ropa). Él aseguraba que este masaje me ayudaría con mi problema de asma y otros males. No estaba segura. Lo ofreció gratis. Yo tenía algo de tensión y una lesión en el cuello y eso me hizo tomar la malísima decisión de ir otra vez a su consultorio.
Lo que pasó después no lo he contado desde entonces y no puedo explicar cómo pasó, considerándome yo misma una persona que pone límites o que dice lo que piensa.
Me acosté con toda mi ropa y él me dijo que tenía que quitármela y dejarme la ropa interior. Inmediatamente me puse incómoda pero he tenido tantos masajes en mi vida, de hecho yo trabajé en un spa y hay personas que no tiene problemas con eso. Nunca tuve problemas con eso, pero en ese momento me pareció fuera de lugar. Él no dejaba de hablar de los beneficios de ese masaje. Accedí y me tapé con una sábana. Él comenzó y desde ese momento me petrifiqué. No pude decirle que estaba incómoda, ni me movía. Él me tocó por todos lados. Me dio miedo pero lo oculté. Comencé a escuchar su respiración muy agitada y sentí su sudor. Se metió al baño y yo no podía ni moverme pero escuché que él jadeaba. Terminó todo y me vestí y me sentí sumamente tonta, mi cuello estaba más adolorido. Una parte de mí quería creer que todo aquello funcionaría de alguna manera pero la verdad era que no sentía ningún alivio o relajación, todo lo contrario. Me dio mucho coraje y no pude expresarlo. Pero le mentí, le di las gracias y me fui.
Desde que salí, decidí nunca más volver pero conforme bajaba el callejón me di cuenta de todo. Nunca lo hablé con nadie porque me dio mucha vergüenza. Él me mandó mensajes para preguntarme sobre otra sesión y yo sólo dije que no tenía dinero. De pronto lo encontraba por la calle con su pareja y los saludaba pero siempre fue un momento incómodo. Sé muy bien ocultarlo. Lo eliminé de Facebook porque para mí era cada vez más evidente su misoginia y su homofobia y eso algo con lo que yo no puedo. Luego apareció con dos perfiles diferentes y como había tratado de esconder mi malestar con él, solo me aseguré de no seguirlo y no enterarme de nada de su vida. El día 16 de diciembre apareció una publicación de él que no pude ignorar por lo vulgar y misógina. Le escribí un comentario: “Pensé que ya no te seguía más, pero en un momento lo arreglo”. Acto seguido lo eliminé. Al día siguiente alguien lo denunció en Facebook, una chica que decía que nadie debería ir a sus consultas porque era un farsante y de entre todo lo que escribió sobre él, la palabra acoso fue la que sonó en mi cabeza muy fuerte. No respondí a ella porque finalmente yo había ido a su consulta y yo nunca lo había detenido. Después, esa misma mañana fue mi amiga Vanessa, quien recontó parte de su experiencia en Facebook. Hablamos las dos y me animó a denunciar junto con ella. Ahora puedo decir que Rodolfo del Pozo se aprovechó de un estado vulnerable y de confusión y es lo que hace. Sé que hay otras mujeres que pasaron por algo parecido o igual pero no quieren denunciar por vergüenza.
He decidido firmar con mi nombre, Reneé Isadora
* * *
Algunas (pertinentes) consideraciones para una (re) lectura de estas y otras denuncias de violencia sexual contra las mujeres:
- Es 2017 un año que reúne el consenso sobre el momento de erupción del movimiento #MeToo (Yo también), una sucesión de denuncias sobre acoso y violencia sexual que tiene como epicentro a las voces de ira e indignación de las mujeres de Estados Unidos para de inmediato propagarse a distintas partes del mundo.
- Hartazgo, cansancio, enojo e impunidad fueron algunas (de las muchas) emociones individuales y colectivas que a distancia explican la imparable y rápida propagación de estas denuncias que tuvieron como momento previo la ruptura de silencios de miles de mujeres sobre hechos ocurridos algunos meses previos, en otros casos se habla de años y hasta de décadas, tal y como fue el caso del tristemente célebre productor de Hollywood Harvey Weinstein, quien acumuló más de ocho señalamientos que se trasladaron en denuncias ante autoridades, y las cuales tuvieron lugar a lo largo de más de 30 años entre silencios obligados.
- Sí, las agresiones sexuales a las mujeres que históricamente aprendimos en familia y sociedad a conservar (naturalizar) con culpa y vergüenza tuvieron en el movimiento #MeToo el espacio para ser nombrados, señalados e incluso sancionados.
- Fueron las mujeres, en plural, quienes inundaron las redes sociales para protagonizar en primera persona esta cascada de dolorosas narraciones en torno a los abusos, acosos y agresiones ocurridas en espacios públicos y privados por hombres, también en plural, con distintas posiciones de poder y de autoridad. La histórica asimetría sociocultural preestablecida en las relaciones entre mujeres y hombres es sin duda un factor transversal que nos permite explicar la repetición de testimonios en torno a la subordinación de ellas y al mayoritario mandato masculino propuesto por un sistema social patriarcal, es decir, las formas en las que se ha asociado, construido y replicado la idea del “ser hombre”: fuerza, dominación, mando, apropiación y legítimas violencias.
- A casi cuatro años del surgimiento de este movimiento de ira colectiva de las mujeres afectadas, muchas de ellas se niegan a ser llamadas víctimas y optan por definirse resilientes al considerar que “la palabra víctima” tiene un peso sociocultural específico que reproduce las desventajas y vulnerabilidad de a quien se nombra, las denuncias y señalamientos no cesan, por el contrario, se han ampliado y hecho presentes en distintos espacios, incluso en aquellos de amplia permisividad de conductas sexuales violentas contra niñas y mujeres como las propias familias, instituciones religiosas, médicas y universitarias.
- Para los y las detractoras del movimiento #MeToo por considerarlo un espacio de denuncia informal, sino es que carente “de verdad”, por estar al margen de las instituciones la respuesta y explicación reiterada es: la necesaria comprensión de un delito donde las denunciantes son las que reiteradamente serán puestas a prueba en sus dichos, revictimizadas hasta lograr desistimiento en este punto son las autoridades y sus procesos corresponsables de ello. Adicional y no menos relevante los distintos (y mayoritariamente laxos) ordenamientos normativos que prevén el delito de acoso y sus respectivas sanciones, son un argumento sólido e irrefutable que explican el surgimiento de vías alternas que han desnudado las debilidades institucionales en materia de protección de los derechos humanos de las mujeres en México, y en el mundo.
19 de enero de 2020, 17:59
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